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domingo, 7 de noviembre de 2010

Mes de María 2010

ORACIONES PARA COMENZAR EL MES DE MARÍA
Al comenzar el bello Mes que lleva vuestro nombre, ¡Oh María! Laten nuestros corazones a impulsos del más puro regocijo, porque podremos venir diariamente a este piadoso santuario a deponer a vuestros pies, junto con las más bellas flores de nuestros jardines, el homenaje de nuestro amor filial. Al ver levantarse el sol sobre nuestro horizonte y al declinar nuestras risueñas tardes, nos reuniremos aquí en torno de vuestra imagen querida, para cantar vuestras alabanzas, escuchar la historia de vuestras grandezas y recoger vuestras maternales bendiciones. Al ver abrirse esta serie de santos y felices días experimentamos el contento del hijo, que tras de larga ausencia, vuelve a arrojarse lleno de amorosa ternura en el regazo de su Madre. Cuando hemos visto despertar la naturaleza y cubrirse de flores nuestros jardines y de verdura nuestros campos, el primer pensamiento que ha venido a halagar nuestros corazónes ha sido el de venir a festejaros ¡Oh Dulce Madre! Durante este tiempo de bendición y de salud; porque nos parece que en este mes os encontramos más tierna, más bella y amorosa, y que vuestras manos están más cargadas que nunca de bendiciones y de gracias.
¡Ah! Nosotros abrigamos la dulce esperanza de que no transcurrirá ninguno de estos alegres días, sin que recojamos algún beneficio de vuestras manos, sin que fijéis sobre nosotros una mirada propicia, o sin que veamos dibujarse en vuestros labios una sonrisa amorosa, símbolo de vuestra predilección de Madre. Jamás nos separaremos de vuestro lado sin haber recibido alguna de vuestras santas inspiraciones y sin llevar en nuestro corazón la inefable seguridad de que seremos salvados por vuestra mediación. Durante treinta días vendremos aquí, donde nuestras manos os han levantado un trono de flores, a contaros nuestras penas, a depositar en vuestro seno nuestras lágrimas, a pediros luz en nuestras dudas, resignación en nuestras desgracias y fuerza en nuestras tentaciones.
¡Oh! ¡Mes dichoso de María! ¡con cuánta satisfacción vemos llegar el primero de tus bellos días! Cuántas delicias hay ocultas para el corazón cristiano en el transcurso de tus dulces horas!. Como desciende en abundancia el rocío sobre las flores que engalanan las praderas, así lluvias de gracias y de bendiciones descienden sobre las almas. ¡Cuán plácida es la aurora de tus días y cuán llenas de atractivos tus hermosas tardes! Nosotros te saludamos ¡oh Mes dichoso! Y penetrados de dulce confianza, esperamos que seras para nosotros escuela de perfección, fuente de merecimientos para el cielo y prenda segura de la protección de María.




CONSIDERACION
La devoción a la Santísima Virgen María ha sido siempre el patrimonio de todo corazón cristiano y el distintivo de los pueblos católicos. Desde que Nuestro Señor Jesucristo colgado cuando niño del cuello de su Madre, nos enseñó a amarla y desde el momento solemne en que, enclavado en la cruz, nos la legó por Madre, el orbe cristiano no ha cesado jamás de prodigarle las más tiernas manifestaciones de amor filial. Ella fue el sostén  el consuelo de los apóstoles en los días primeros de la Iglesia, y en todos los tiempos ha sido una verdadera madre para los hijos de la FE. Por eso su culto ha atravesado las edades y tiene altares en todas las comarcas del globo, y en todas partes se oye pronunciar su nombre con las efusiones del entrañable amor. El mundo sabe por experiencia que Ella tiene remedio para todas las dolencias, consuelo para todas las aflicciones, esperanza para todos los pecadores y gracias para todos los justos, en cambio el amor de los fieles para con ella no tiene límites. Nada hay que no hagan por honrarla. El más hermoso de los meses del año ha recibido su nombre y ha sido dedicado a su culto. Ese Mes, lleno de encantos, ofrece a los amantes de María un hermosísimo campo donde ejercitar su devoción y los multiplicados homenajes que llevan a las plantas de la Reina del cielo atraen con amorosa violencia sobre los hombres sus miradas compasivas y su especial protección. ¡Felices las almas que animadas de un santo celo, se dedican a honrarla durante este mes de bendiciones!
Veamos pues, cuales son los medios más adecuados para sacar de este Mes copiosos frutos espirituales.
En primer lugar, nuestras almas deben estar purificadas de toda mancha que pudiera hacerlas abominables a los ojos de Jesús y de María. Si así no fuera, nuestros homenajes no serían aceptables, ni nuestras plegarias subirían al cielo envueltas en el humo del incienso que diariamente se quema a los pies del altar de María. Que las flores y las coronas que nos complacemos en presentarle sean el símbolo de nuestra pureza; ellas se marchitarían bien pronto si la mano que la deja al pie del altar, fuera la misma que acaricia el vicio y ha sido manchada por el pecado. Para cumplir esta condición, conviene frecuentar durante este Mes los santos Sacramentos de la Confesión y Comunión.
En segundo lugar, la mejor manera de honrar a María es la de procurar imitarla. Esta es la expresión más positiva del amor verdadero. El que ama, por un instinto invencible, trata de identificarse con el objeto amado y de arreglar su conducta del modo más apropiado para agradarle. Y si esta cualidad se descubre hasta en el amor profano, en ese amor, producto muchas veces de la concupiscencia o del egoísmo, ¡Con cuánta mayor razón debe adornar el amor que se profesa a la Madre del amor hermoso y de la santa esperanza? Formemos, pues al comenzar este Mes, la resolución de adquirir la virtud que más necesitemos o de extirpar el defecto que más nos domine.
En tercer lugar, es preciso llevar nuestros obsequios a María, con un espíritu ajeno a toda afición terrenal y a toda conveniencia mezquina. Que sólo el amor y el celo por honrarla nos impulsen a llevar a sus pies nuestras ofrendas. Cada Flor añadida a su corona vaya acompañada de un suspiro suplicante y de una mirada amorosa. De otra manera nuestros obsequios serían muertos, porque los actos externos sacan su valor del espíritu que los anima y de la intención con que se ejecutan.
Finalmente, no olvidemos que si María está siempre pronta a acudir a la voz del Hijo que la llama y a interponer a favor suyo su poderoso influjo, nunca está más dispuesta que en estos días de bendición. Pidamos por nuestras necesidades espirituales y temporales, por la conversión de los pecadores, por las necesidades de nuestra querida Patria y por el triunfo de la Santa Iglesia.

PROPOSITO
Practicar todos los ejercicios de este Santo Mes de María con el mayor fervor y exactitud, no dejando pasar ni un solo día sin honrar a la Madre de Dios con especiales obsequios.

OFRECIMIENTO DEL MES A MARIA INMACULADA
Postrados a vuestros pies y en presencia de Jesús vuestro Hijo santísimo, venimos a ofreceros ¡Oh Virgen Pura! Los homenajes de amor que traeremos a vuestras plantas durante el Mes que hoy comenzamos en vuestro nombre. Pobres serán nuestras ofrendas e indignos de Vos nuestros obsequios; pero no miréis su pequeñez, para fijaros tan sólo en la voluntad con que os los presentamos. Junto con ellos os dejamos nuestros corazones animados de amorosa ternura. Sois Madre, y lo único que una Madre anhela es el amor de sus hijos. Estas flores y éstas coronas con las que decoramos vuestra imagen querida; esas luces con que iluminamos vuestro santuario; los dulces himnos con que cantamos vuestras alabanzas, símbolo son de nuestro amor filial. Acoged pues, benignamente nuestros votos, escuchad nuestros suspiros y despachad favorablemente nuestras súplicas. Obtenednos las gracias que necesitamos para terminar este Mes con el mismo fervor con que lo comenzamos, a fin de, cosechando copiosos frutos para nuestra santificación, podamos un día cantar vuestras alabanzas en la Gloria del Paraíso. Amén.

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